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sábado, 30 de agosto de 2014

LOS PRIMEROS ANFIBIOS. CONQUISTANDO LA TIERRA FIRME

Ichthyostega es considerado por muchos especialistas el anfibio fósil más antiguo de los conocidos hasta la fecha. Fue hallado en rocas correspondientes a finales del Devónico en Groenlandia. Un territorio que entonces (hace unos 370 millones de años) formaba parte de un continente euroamericano, después fraccionado, y ocupaba una latitud ecuatorial. Este Ichthyostega, o algún otro de sus parientes próximos como Seymouria, debió ser el primer vertebrado que abandonó el medio acuático, al menos parcialmente, para habitar la tierra firme. Los paleontólogos coinciden en que los primeros anfibios evolucionaron a partir de uno de los grupos de peces de aletas carnosas: los peces pulmonados o dipnoos, que han sobrevivido hasta el presente, o los extinguidos ripidistios. Mirad el esquema que ilustra la evolución de las patas delanteras, y juzgad vosotros mismos.


Ripidistio
Los numerosos paleontólogos que consideran que los anfibios evolucionaron a partir de peces ripidistios, se basan en la notable similitud entre los huesos del cráneo y de las aletas-patas de ambos grupos. No obstante, quienes sostienen que los ancestros de los anfibios fueron los dipnoos o peces pulmonados, apuntan al desarrollo de los pulmones, los orificios nasales y las extremidades. El análisis del ADN parece dar la razón a estos últimos, si bien, la extinción de los ripidistios hace imposible llegar a una conclusión definitiva.

Dipnoo

Aunque una de las características más evidentes de los anfibios actuales es la humedad de su piel, este es realmente uno de los rasgos que más los diferencian de sus remotos antepasados. La mayoría de los anfibios modernos  complementan la respiración pulmonar con el intercambio respiratorio a través de la piel húmeda. Sin embargo, muchos anfibios paleozoicos tenían el cuerpo revestido de escamas o corazas, y a diferencia de sus modernos descendientes, llegaron a alcanzar en muchos casos tamaños considerables. Los anfibios arcaicos debieron tener la piel impermeable, escamosa y con la consistencia del cuero, para evitar la pérdida de agua. Lo más probable es que fueran animales lentos y voluminosos.


Pero acaso lo más interesante sea averiguar el mecanismo por el cual aquellos anfibios primitivos abandonaron las aguas para habitar la tierra, haciendo frente a temperaturas variables y al consiguiente riesgo de deshidratación. En principio se creyó que las responsables pudieron haber sido las sequías estacionales. Un pez capaz de abandonar el barrizal a punto de secarse en que se había convertido su laguna, para aventurarse caminando unos metros hasta la charca más próxima, habría tenido mayores oportunidades de supervivencia. No obstante, siguiendo la teoría más reciente, parece incluso más probable que lo que empujó a los peces hasta más allá de las orillas pudo haber sido la presión de los predadores. Es muy posible que para huir de ciertos monstruos armados con dentaduras terroríficas, los jóvenes sarcopterigios emplearan sus robustas aletas carnosas para ganar la tierra firme, y sus pulmones para respirar el aire oxigenado de aquel Devónico tardío. Una vez en tierra habrían sobrevivido fácilmente alimentándose de los numerosos insectos, gusanos, caracoles y demás invertebrados que habitaban el barro y la húmeda vegetación de las orillas.


Nos hallamos por lo tanto, ante un momento determinante en la Historia de la evolución y de la biología. Cuando los primeros vertebrados pisaron la tierra, abrieron un camino que paso a paso, primero torpemente, y más tarde a grandes zancadas, nos ha traído hasta el presente. El profesor Bigotini, aun a costa de agarrar un buen catarro, se descubre quitándose el sombrero ante tan glorioso y decisivo acontecimiento. Trepa la pequeña lagartija por la vieja y soleada pared, le hace un guiño con uno de sus ojillos traviesos, y el profe sonríe bajo su enorme bigote, porque sabe que es un guiño que ha recorrido cientos de millones de años. Siendo viejo como el mundo, se renueva cada día y cada minuto cuando los tímidos brotes surgen de la tierra y cuando las pequeñas criaturas salen de su cascarón.

Todo en esta vida tiene un principio y un final. Donde esto se aprecia con mayor claridad es en las longanizas.



miércoles, 27 de agosto de 2014

MATEO ALEMÁN Y EL FATALISMO ESPAÑOL

Mateo Alemán nació en Sevilla en 1547, precisamente el mismo año en que Miguel de Cervantes fue bautizado en Alcalá. Era hijo de un judeo-converso del que se sabe que ejerció como cirujano en la Cárcel Real sevillana. Su madre era medio andaluza y medio florentina, así que el joven Mateo heredó una mezcla interesante de sangres y de culturas. Comenzó sus estudios de la mano de Juan de Mal Lara, un erasmista ilustre y genial. Con semejante comienzo no puede sorprender que nuestro protagonista eligiera el camino de las letras. En efecto, la pluma le atraía más que el bisturí, pues al parecer inició estudios de medicina en Salamanca y Alcalá, pero nunca llegó a licenciarse.

En aquella España de finales del XVI la vida no resultaba nada fácil, especialmente para el hijo de un converso. Desde luego, la de Mateo no fue precisamente plácida. En su tortuosa biografía encontramos un matrimonio forzado con una tal doña Catalina, consecuencia de un préstamo que no pudo devolver. Siguió dando tumbos. Se dedicó algún tiempo al negocio ignominioso de la trata de esclavos. Se granjeó varios enemigos importantes a causa de un informe “secreto” sobre el trabajo forzoso en las minas de Almadén. Fue encarcelado dos veces por deudas en Sevilla… Finalmente, ya viejo, obtuvo en 1608 licencia para pasar a México, algo que generalmente sólo se permitía a quienes podían demostrar “limpieza de sangre”. En la capital azteca pasó plácidamente sus últimos años, sirviendo como secretario al arzobispo fray García Guerra. No se tienen noticias suyas a partir de 1615, así que debió fallecer por entonces.

Aparte de la traducción del latín de las Odas de Horacio, de una Vida de san Antonio de Padua, y de un prólogo para la obra Proverbios morales de Alonso de Barros, Alemán invirtió todo su ingenio y su talento literario en una sola obra, el Guzmán de Alfarache, publicada en dos partes en 1599 (Madrid) y 1604 (Lisboa). El Guzmán es una obra maestra de la novela picaresca, comparable al Lazarillo y al Buscón, y hasta superior a ellas en muchos aspectos. Desde su misma primera edición, el Guzmán se convirtió en el primer best seller de la Historia. Se tradujo al francés, al italiano, al inglés, al alemán y al latín, y su influencia en la literatura europea del XVII fue extraordinaria. Influyó de forma muy especial en Cervantes, Quevedo, Sterne, Von Grimmelshausen, Villaroel…

En su Guzmán, Mateo Alemán despliega un dominio absoluto del mundo del hampa, los usos y la jerga de los maleantes, acaso por sus propias experiencias personales. A diferencia de otros pícaros más inocentes como Estebanillo González o el propio Lázaro de Tormes, Guzmán es un delincuente incorregible que una y otra vez recae en sus vicios. El devenir biográfico de su autor, le convierte en un pesimista con una nula confianza en la bondad de los hombres. El mensaje de la obra es misantrópico y fatalista. A pesar de esa negra perspectiva, salvan al Guzmán la maestría literaria de Alemán y ese humor sarcástico que rezuma, no exento en ocasiones de su pequeña dosis de ternura. En el fondo, todos los cínicos son unos sentimentales.

Biblioteca Bigotini os invita a la lectura de la edición digital de la segunda parte del Guzmán de Alfarache. Haced clic en la portada y sumergíos en el turbio ambiente del hampa de la España imperial que fletaba galeones repletos de oro mientras la mayor parte del pueblo se consumía en la más negra de las miserias.

En la Italia de los Borgia tuvieron durante treinta años guerra, terror, torturas y asesinatos, pero produjeron las mejores obras de arte de la Historia. En Suiza han tenido quinientos años de paz, democracia y amor fraternal, y ¿qué han producido?: el reloj de cuco. Oscar Wilde.



sábado, 23 de agosto de 2014

ESPARTA. HISTORIA DE UN ESTADO MILITAR

Los orígenes de la ciudad-estado de Esparta se remontan a un periodo anterior al siglo IX a.C. Fue en esta época cuando en la antigua Grecia hicieron su aparición los dorios, últimos invasores de la Grecia continental y del Egeo. Los dorios eran un pueblo ario procedente de un norte indeterminado, que algunos han identificado con Tracia o Iliria, y otros más atrevidos o más imaginativos han querido extender hasta el lejano norte de Europa. Coexistieron, y en muchos casos reemplazaron, a los jonios, que siglos atrás habían protagonizado la anterior invasión. Ambos, jonios y dorios, adoraban a una deidad masculina que en el panteón griego se identifica con Zeus, y se impuso a la gran diosa madre de los pelasgos, primitivos habitantes de la región, relegando a estos últimos a Creta, las Cicladas y otros puntos del Mediterráneo oriental.

Los dorios erigieron su principal emplazamiento en Laconia, región del extremo sur del Peloponeso. Esparta era su capital, desde la que dominaron a sus vecinos inmediatos (periecos e ilotas), a quienes despojaron de derechos políticos. Los espartanos constituyeron un estado militar que se transformó en uno de los más extensos y prósperos de la antigua Grecia. Los ciudadanos con derechos o espartiatas constituyeron una estructura política reflejada en asambleas populares llamadas Apella. Las presidían los dos reyes rodeados por la Gerousia, una especie de senado integrado por veintiocho ancianos mayores de sesenta años. También tenían un papel importante los éforos, que en número de cinco se elegían anualmente por la asamblea popular de espartiatas. Eran generalmente individuos de extracción humilde que, si  creemos a Aristóteles, trataban de lucrarse durante su anualidad, dado que su falta de medios posibilitaba que fuesen comprados. La diarquía o coexistencia de dos reyes se ha interpretado como un signo de equilibrio entre la aristocracia de los invasores dorios y los antiguos pobladores predorios: aqueos (jonios y mesenios), micénicos, arcadios y minóicos (pelasgos).

Edgar Degas. Jóvenes espartanos. 1860

Con estos mimbres los espartanos constituyeron un estado que dominó a sus vecinos y alcanzó su máxima expansión hacia el 700 a.C. Son célebres las guerras que mantuvieron contra Atenas, estado que se basó en unos principios sociales democráticos, radicalmente opuestos a los de Esparta. Llama la atención de muchos comentaristas la inexistencia de propiedad privada entre los espartanos. También se ha descrito por muchos autores la educación militar a que se sometía a sus jóvenes, una vida llena de privaciones enfocada por completo a la práctica guerrera. Toda la educación espartana (agogé) constituía un proceso configurado para lograr guerreros invencibles y ciudadanos conscientes de su superioridad física y su papel dirigente. Es tópica por lo repetida, la práctica eugenésica de arrojar desde el monte Taigeto a los recién nacidos que presentaban algún defecto físico. Los supervivientes a tan bárbara costumbre se aplicaban desde los siete años al aprendizaje militar en unas condiciones severas, que se endurecían aun más a partir de los doce años. La obediencia ciega a los superiores y la práctica de los rituales de iniciación propios de la vida cuartelaria, desembocó en una especie de pederastia institucionalizada, uno de los aspectos de la educación lacedemonia que resultan más sorprendentes a nuestros ojos. Aunque en el mundo heleno relaciones de este tipo no se consideraban algo excepcional, también fueron objeto de censura en su momento, como demuestran algunos comentarios contemporáneos o cercanos en el tiempo.

Aunque no es ni científico ni recomendable juzgar a las sociedades antiguas con la mentalidad y el rasero contemporáneos, resulta inevitable comparar la sociedad espartana con estados totalitarios más cercanos a nosotros en el tiempo. Calificar a los espartanos de protonazis no tiene otro valor que el metafórico que a menudo aplicamos a la divulgación histórica. El profesor Bigotini, siempre entregado a la investigación, no duda en situarse en primera línea para convertirse en observador privilegiado de la Historia. En la ilustración podéis verle disfrazado de cariátide a costa de poner en grave riesgo su integridad.

La libertad no hace más felices a los hombres. Los hace sencillamente hombres. Manuel Azaña.



miércoles, 20 de agosto de 2014

EUCLIDES ALEJANDRINO. EL PADRE DE LA GEOMETRÍA

Aunque en la mayoría de las reseñas biográficas se dice que Euclides vivió entre 325 y 265 a.C., cabe la posibilidad de que el considerado por todos como padre de la geometría, nunca existiera realmente. Si existió y fue una persona de carne y hueso, sólo sabemos de él que pasó la mayor parte de su vida en Alejandría durante el reinado de Ptolomeo I. Pero también es posible que fuera el líder de un amplio equipo de sabios que trabajó en la famosa biblioteca alejandrina, firmando los tratados con su nombre, incluso después de su muerte. Hasta hay quienes afirman que los miembros de este equipo de matemáticos y geómetras eligieron el nombre de Euclides en honor de Euclides de Megara, un personaje histórico que había vivido un siglo antes.

Parte de un papiro original de la obra de Euclides

En el equipo del profesor Bigotini nos inclinamos a considerar a Euclides un personaje real. Su principal obra, Los elementos, acaso el texto científico más editado y estudiado de todos los tiempos, es una ordenada recopilación del conjunto del saber geométrico y matemático de su tiempo. No solo eso. Los elementos de Euclides, en sus diferentes versiones modernizadas (prácticamente sin variaciones hasta el siglo XIX), han sido y siguen siendo la fuente principal de aprendizaje de la geometría en todos los países del mundo. Se han traducido a todos los idiomas civilizados, y con toda seguridad tú que ahora lees esta reseña, habrás aprendido en la escuela los principios básicos de la geometría con este texto. Si puede hacerse alguna objeción a Los elementos, es que tal vez no contienen ningún hallazgo original, pues todos los teoremas y leyes que recoge habían sido ya formulados anteriormente por Pitágoras, Tales, Teeteto o Eudoxo, entre otros. La gran virtud de Euclides radica en su capacidad para reunir todo un conjunto heterogéneo de principios y axiomas, y presentarlos de una forma tan ordenada y coherente, que de facto constituyen la base de la mayor parte de los campos del conocimiento científico: física, química, matemáticas, astronomía, cosmología…

Alegoría de la Geometría

Si todavía conservas el libro de geometría que estudiaste cuando tenías doce o trece años, desde el blog de Bigotini te proponemos que lo rescates del baúl de los recuerdos, lo hojees y consideres que todas esas proposiciones fundamentales que contiene, y que hoy resultan tan útiles en ingeniería, y tan básicas en nuestro mundo tecnológico, se propusieron y demostraron en el Mediterráneo oriental cuando en la mayor parte del resto del mundo aun reinaban la barbarie y la indigencia intelectual.

Al cerebro le pasa lo mismo que al estómago. Sólo puede confiársele aquello que es capaz de digerir. Winston Churchill.



sábado, 16 de agosto de 2014

EFECTO MARIPOSA Y TEORÍA DEL CAOS. FUERA DE CONTROL

Edward Lorenz, a quien se atribuye la paternidad de la teoría del caos, trabajaba en el desarrollo de un modelo matemático que resultara de utilidad para realizar predicciones sobre el clima. El modelo, extraordinariamente complicado, constaba de doce ecuaciones. Corría el año 1961 cuando Lorenz tuvo necesidad de comprobar unos datos de sus ecuaciones. Los sistemas de computación en aquellos años eran todavía muy lentos, así que, para ahorrar tiempo, pensó simplificar los cálculos introduciendo tres decimales en lugar de los seis con los que habitualmente trabajaba. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que esa insignificante diferencia en los datos de partida, tenía un efecto enorme en los resultados finales. Esas soluciones ampliamente divergentes a partir de mínimas alteraciones en los valores iniciales, evocaban el tenue vuelo de una mariposa, provocando un huracán a miles de kilómetros de distancia. Lorenz describió el fenómeno como efecto mariposa, expresión que se popularizó inmediatamente.

Edward Lorenz
En la predicción del clima, lo mismo que en el estudio de multitud de fenómenos naturales y biológicos, existe un aparente caos que impide que los cálculos sean precisos y que las predicciones sean exactas. Para comprender y abarcar esta naturaleza caótica, surgió una nueva disciplina llamada ciencia o teoría del caos. Pretende ofrecer un método para descubrir pautas y hallar orden allí donde antes sólo se veía el azar, lo aleatorio, lo irregular y lo impredecible. La teoría del caos es la ciencia de lo cotidiano, como la formación de las nubes o el crecimiento de los cristales de hielo. Procesos aparentemente caóticos, presentan ciertas características cuantificables que partiendo de la observación del estado presente, permiten aventurar qué ocurrirá en el futuro. Isaac Asimov en su serie de relatos sobre La Fundación, esbozó los rudimentos de una ciencia llamada psicohistoria que, a través de cálculos matemáticos, era capaz de predecir sucesos o acontecimientos futuros.


Georg Grosz. Caos
Sin embargo, mientras la mariposa siga aleteando, no podremos estar seguros al cien por cien de qué ocurrirá finalmente. El matemático Douglas Hofstaedter vaticina que una misteriosa clase de caos acecha detrás de una fachada de orden, y en lo más profundo del caos acecha una clase de orden todavía más misteriosa. El científico que visitaba el Parque Jurásico de Spielberg era experto precisamente en teoría del caos. Si algo puede salir mal, saldrá mal, sentenciaba. Y ya sabéis cómo acabó aquello…

En esas interminables noches en que la luna reina en el firmamento, y las malévolas criaturas nocturnas susurran al oído del profe Bigotini impidiéndole conciliar el sueño, nuestro sabio se levanta sigiloso de la cama y con el corazón palpitante, acerca el oído a la puerta sin atreverse a abrirla. Sabe que allá afuera acechan los fantasmas del caos. Sabe también que un día conseguirán su propósito: hacer que triunfe la entropía y no quede piedra sobre piedra. Los átomos se dispersarán y el caos se adueñará del universo. Sólo sobrevivirá el vacío, frío y eterno silencio de la muerte.

Me interesa mucho el futuro. Es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida. Woody Allen.



miércoles, 13 de agosto de 2014

JOAN CRAWFORD, LA MIRADA HECHICERA



Si Greta Garbo tuvo el rostro que enamoró a Hollywood, Joan Crawford tuvo unos ojos que hipnotizaron desde las pantallas de todo el mundo a millones de espectadores. Eran unos ojos grandes de mirada penetrante, capaces de cautivar a los públicos.
El blog de Bigotini trae hoy el enlace (haced clic en el cartel) para visionar en su versión doblada al español, una pequeña joya cinematográfica injustamente olvidada. Se trata de Rain, un film de 1932 que en España se estrenó con el título de Bajo la lluvia. Es un drama basado en la obra de William Somerset Maugham, dirigido por un entonces joven, pero ya hábil, Lewis Milestone. Además de Joan Crawford como protagonista, contaba con Walter Huston en el papel masculino. Aquí la Crawford se apartó de sus habituales papeles glamurosos para componer magníficamente el personaje de una muchacha vulgar maltratada por la vida y depositada por la marea en la lejana bahía de Pago-Pago del periodo de entreguerras.

Disfrutad de este clásico y de los hipnóticos ojazos de su protagonista.


Próxima entrega: Carole Lombard


sábado, 9 de agosto de 2014

EL GUSTO ES MÍO. LOS SABORES QUE SE HUELEN

Si tomas un puñado de gominolas de diferentes sabores y te introduces en la boca una de ellas sin mirar mientras mantienes la nariz tapada, no apreciarás otra cosa que el dulzor de la golosina. Prueba a soltar entonces la pinza, dejando tu nariz libre, e inmediatamente sabrás distinguir si la gominola tiene sabor a fresa, a manzana o a limón.
Esto ocurre porque la mayor parte de la información relacionada con los sabores se percibe a través del olfato. Gusto y olfato son dos sentidos interrelacionados y complementarios. Las sustancias químicas odoríferas de las gominolas y de cualquier alimento se inhalan por la boca, pero se exhalan por la nariz, donde interaccionan con las células de la pituitaria, receptores especializados en transmitir al cerebro, a través del bulbo y el nervio olfatorio, información química sobre los aromas, que se traducen a nivel central, asignándoles la etiqueta de un olor determinado.


En la inervación sensitiva de la lengua intervienen tres nervios: el glosofaríngeo (su rama sensitiva), el parasimpático o vago, y el lingual (rama del nervio mandibular, que a su vez lo es del trigémino proveniente del ganglio de Gasser). Paradójicamente toda esta complicada red sólo sirve para apreciar los cuatro sabores básicos: dulce, ácido, amargo y salado, a los que los neurofisiólogos han añadido últimamente el umami, que es el sabor del glutamato monosódico. Sin embargo, los versátiles receptores de la pituitaria son capaces de discriminar entre decenas o tal vez cientos de miles de aromas diferentes.


En general, el sentido del olfato disminuye con la edad mucho más que el del gusto. Ello se debe a la pérdida progresiva de células sensoriales de la nariz, que según algunas fuentes puede ascender incluso a los dos tercios de las células existentes en un principio, cifradas en unos diez millones. Es uno de tantos procesos que conlleva el envejecimiento, paralelo al de la presbiacusia o sordera senil, y al de la presbicia o pérdida de agudeza visual. Existen sin embargo, excepciones a esta regla, pues en lo relativo al sentido del olfato cuenta mucho el entrenamiento. Así, es posible que un hábil catador o un buen perfumista de noventa años, sea capaz de reconocer más matices que un joven de veinte.

La nariz descomunal del profesor Bigotini le confiere el olfato de un verdadero sabueso. Cuando se pierde un niño o un viejecito, la policía suele requerir sus servicios para seguirles el rastro. Por eso repasa cada día los periódicos con la esperanza de que se pierda Monica Belluci, pero hasta ahora no ha habido suerte.

Cuando era más joven podía recordarlo todo, hubiera sucedido o no. Mark Twain.



miércoles, 6 de agosto de 2014

VICENTE ALEIXANDRE Y LOS SUEÑOS QUE PASAN SIN RUIDO

La poesía intimista de Vicente Aleixandre hace de él un oasis de serenidad en el clamoroso universo literario de aquella histórica generación del 27. Nació en Sevilla un 26 de abril de 1898, fecha clave de la definitiva desaparición de una España antañona e imposible. Se crió en el seno de una familia burguesa. Estudió Derecho y Comercio, y descubrió su vocación literaria durante unas vacaciones en la sierra de Ávila. En 1917 conoció en Las Navas del Marqués a Dámaso Alonso, y esta amistad hizo nacer en el joven Vicente una profunda pasión por la poesía. En la década de los 20, la tuberculosis lo postró en el lecho. Finalmente salió con vida (una suerte en plena era preantibiótica), pero con un riñón de menos, y tal vez con ese plus de sensibilidad que parece premiar a todos los tísicos que sobreviven.

Publicó sus primeros poemas en la Revista de Occidente, y en aquel Madrid bullente de protorepublicanismo conoció a Lorca, a Alberti, a Cernuda, a Altolaguirre…, volviendo a contraer una infección para la que ya no encontró cura, acaso a fuerza de no buscarla: es el veneno que ataca a los poetas más exquisitos, convirtiéndolos en adoradores de la diosa sanguinaria que devora a sus hijos. Pasó la guerra como un huracán. La guerra truncó su relación amorosa con Andrés Acero. Después de eso, Vicente eligió ocultar su condición homosexual para no disgustar a su hermana, y eligió también permanecer en aquella España castrada y triste del general. Había obtenido el Premio Nacional de Literatura en 1933, obtuvo el de la Crítica en 1963 y 1969, y el Nobel en 1977. Biblioteca Bigotini ha rescatado de la red una brevísima y modesta antología digitalizada. Haced clic en la imagen de la portada, y regalaos unos minutos con cuatro poemas de Aleixandre. Dejaos empapar por su serenidad y disfrutad de su lectura.

Asombrarse es empezar a comprender. José Ortega y Gasset.



sábado, 2 de agosto de 2014

TIBURONES PREHISTÓRICOS. PREDADORES LEGENDARIOS

La evolución desde los primitivos peces agnatos (hace 500 millones de años) a los peces con mandíbulas, supuso el primer gran acontecimiento evolutivo del silúrico (440-400 millones de años). La innovación de las mandíbulas literalmente revolucionó la vida animal, todavía limitada entonces al medio acuático. Los primeros peces con mandíbulas y dientes pudieron aparecer unos 80 millones de años después del florecimiento de los peces agnatos. Eran los acantodios, que ya no solo tenían tejido óseo a modo de coraza en el exterior del organismo, sino hueso dérmico en forma de placas cubriendo determinadas zonas. Su esqueleto interno aun era cartilaginoso, pero poseían tejido óseo extendido como una fina película sobre el cartílago de la caja craneana y la columna vertebral.


Las mandíbulas contribuyeron a la explosiva diversificación de los peces que se produjo durante el devónico (400-350 millones de años) en los océanos primitivos. Ya no dependían para su sustento de los pequeños organismos del plancton de los lodos del fondo marino. Las mandíbulas convirtieron a muchas especies en auténticos especialistas de la caza. Con el tiempo, el hueso sustituyó al cartílago en los osteictios o peces óseos, de los que descienden la mayor parte de los peces actuales y todos los vertebrados terrestres, incluidos nosotros mismos. Sin embargo, otra línea evolutiva dio origen a los condrictios que conservaron su esqueleto cartilaginoso. Son los tiburones, mantas, rayas y quimeras, un grupo en el que surgieron especies de gran tamaño y con una capacidad de depredación sin precedentes.


El enorme megalodon que podía alcanzar los 18 metros de longitud, y poseía la morfología de los grandes tiburones actuales, debió sin duda ser el terror de aquellos mares. Mayor incluso que algunas especies de cachalotes modernos, megalodon nadando rápido y silencioso, y dotado de unas fauces descomunales, tuvo que constituir una auténtica pesadilla para cualquier habitante marino. Tampoco debía irle a la zaga dunkleosteus, un monstruo de casi 4 metros, que competiría por el alimento con los tiburones de su época. Su cráneo acorazado medía más de 65 cm., y a la altura de sus aletas pectorales se interrumpía su armadura, dejándole una total libertad de movimientos en el cuerpo y en la sinuosa cola. A diferencia del mordisco rápido y brutal del tiburón, dunkleosteus actuaba como un perro de presa, mordiendo y manteniendo el bocado mientras las poderosas bisagras de sus mandíbulas se iban cerrando lentamente.


Los peces cartilaginosos poseen aletas reforzadas por radios rígidos de cartílago. En los machos, las aletas pélvicas se encuentran modificadas para formar una especie de pinzas genitales que facilitan la transferencia de esperma durante el apareamiento. La piel presenta pequeñas escamas semejantes a dientes, que le confieren una aspereza característica. Los ebanistas del siglo XIX preferían la piel de tiburón a la lija, para conseguir un acabado perfecto en la madera.


El profe Bigotini fue en su lejana juventud un nadador tan intrépido, que sin dudarlo un momento se hubiera enfrentado a cualquier monstruo marino. Daba gusto verlo con aquel traje de baño de rayas y sus calabazas a la cintura. Componía una imagen tan gallarda que, cuando emergía con los pantaloncillos mojados ceñidos al cuerpo y el bigote cubierto de algas y racimos de mejillones, las mamás, las abuelitas y las institutrices, procuraban apartar a las impresionables jóvenes de aquella excitante visión. Conviene aclarar que mientras tanto ellas no perdían detalle.

Tanto en National Geographic como en la revista Playboy, puedes admirar paisajes que probablemente nunca podrás visitar personalmente.