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miércoles, 29 de julio de 2015

OREOPITHECUS. EL AMANECER DE LOS GRANDES SIMIOS

Los restos de Oreopithecus se han encontrado en Italia, datándose en el final del Mioceno. Constituye la única especie y el único género hallado hasta la fecha de la familia de los oreopitécidos. Algunos paleontólogos lo consideran un mono del viejo mundo, otros destacan sus atributos simiescos e incluso hominoideos, especialmente su gran capacidad de braquiación. Hay quien le considera ascendiente directo de los grandes simios modernos, y quien le supone el antepasado que compartimos con ellos. En Bigotini nos inclinamos a pensar que Oreopithecus no fue sino un callejón sin salida evolutivo, uno de los primeros grandes monos cuyos rasgos avanzados son una probable consecuencia de la evolución convergente. Fijándonos en las reconstrucciones que se han hecho de él, algunas de las cuales ilustran este artículo, no podemos sino disculpar a quienes otorgan al fósil una importancia de la que seguramente carece. Los rasgos deliberadamente humanizados con que lo han imaginado algunos artistas nos inducen a mirarlo con simpatía.



Se le ha llamado también el simio de la montaña, y hasta hay quienes le dieron el curioso nombre de abominable hombre del carbón, debido a que sus restos se descubrieron en un depósito fósil de lignito en la región italiana de la Toscana. Su antigüedad se aproxima a los 14 millones de años. Oreopithecus alcanzaría la nada desdeñable altura de 120 cm. Presenta el hocico típico de un mono. También son de mono los huesos de sus tobillos. La frente, sin embargo, corresponde ya claramente a un simio. El rostro es pequeño y plano. La dentadura, dotada de caninos cónicos, es muy similar a la de los homínidos. Semejante mezcla, lejos de hablar a favor de un posible eslabón entre simios y humanos, se explica mejor si consideramos a Oreopithecus como un linaje independiente, lo que seguramente se corresponde con la realidad.

Los lugares donde se han hallado sus restos (yacimientos de lignito fósil blando) hablan en favor de un hábitat de selva húmeda. Oreopithecus se movía en las riberas fluviales y en ciénagas boscosas con una tupida vegetación. Su alimentación básica bien pudo estar compuesta de frutos, tallos y hojas de una gran variedad de plantas. Los brazos o patas delanteras, mucho más largas que las traseras, inducen a pensar que pasaba mucho tiempo en los árboles, y que empleaba la braquiación, balanceándose en las ramas, como método principal de locomoción en aquél medio arborícola. Es este un rasgo extraordinariamente moderno para aquel periodo. Y todavía es mucho más actual otra interesante y asombrosa característica de Oreopithecus: su capacidad para caminar (o al menos para correr) en posición erguida. Así lo indican claramente la estructura de su pelvis y su columna vertebral.

Como imaginar no cuesta nada, resulta muy sugestivo imaginar al simpático y humanizado Oreopithecus como un ancestro directo. Bien, ya hemos visto que no es así, y sin embargo uno no puede evitar esbozar una sonrisa ante el rostro casi humano con que algunos dibujantes especializados en paleontología han representado a este gran mono de largos brazos.

Siempre salgo con dos mujeres. No me gusta que las chicas regresen solas a casa de noche. Groucho Marx.


domingo, 26 de julio de 2015

GIROLAMO CARDANO, EL JUGADOR RENACENTISTA

Gerónimo, Hieronymus, Gerolamo o Girolamo Cardano, pues con todos esos nombres podemos encontrarle según las distintas fuentes, nació en Pavía en 1501. Fue el hijo ilegítimo de Fazio Cardano, un jurista aficionado a las matemáticas que gozaba de buena posición. El joven Girolamo inició sus estudios en su Pavía natal, para pasar más tarde a Padua, donde estudió medicina. Ejerció su arte en Milán, Bolonia y Roma, llegando a ser el médico personal del Papa. Además de su profesión médica, se interesó vivamente por muchas otras materias, hasta el punto de que podemos considerar a Cardano como el prototipo perfecto de sabio renacentista. Destacó como astrólogo, matemático, físico, filósofo y escritor. También cultivó las ciencias naturales y fue un precursor del enciclopedismo. Girolamo se divertía con el estudio de los astros. La leyenda dice que llegó a predecir el día exacto de su muerte. Como mero pasatiempo, publicó en 1554 en Bolonia nada menos que un horóscopo de Cristo, lo que le costó un penoso proceso inquisitorial y varios meses de prisión.

Aunque la sentencia llevaba aparejada la prohibición de publicar, Cardano se valió de la protección del Papa Gregorio XIII para continuar ejerciendo la medicina y firmando muchas otras obras. En medicina destacan sus comentarios a Galeno e Hipócrates y su descripción de la fiebre tifoidea. Su trabajo más importante en este campo fue El libro de los sueños, donde recogió todas las aportaciones de los autores clásicos en esta materia. El texto de Cardano es tan valioso, que el mismo Sigmund Freud lo reconoció como una de sus principales obras de consulta, cuando publicó en 1900 su Interpretación de los sueños. En filosofía se centró en la inmortalidad del alma. También estudió la hidrodinámica y publico dos enciclopedias de ciencias naturales.


Pero donde verdaderamente brilló Girolamo Cardano fue en el campo de las matemáticas. Su contribución a las ecuaciones de tercer y cuarto grado, así como la profundización en los números imaginarios, le consiguió una merecida reputación entre los matemáticos de su tiempo y de los siglos posteriores. Fue el padre de la rejilla de Cardano, una herramienta criptográfica precursora de los modernos mecanismos basados en la combinación numérica, utilizados por ejemplo, en las cajas fuertes. Fue también el inventor de la suspensión de Cardano, un dispositivo de dos ejes que giran en ángulo, y que se sigue utilizando actualmente en millones de vehículos. Cardano escribió dos autobiografías de notable calidad literaria, y por encima de cualquiera otra de sus obras, un libro, el Liber de ludo aleae, que no se llegó a publicar hasta después de su muerte, y que constituye una auténtica joya científica, por tratarse del primer trabajo serio sobre cálculo de probabilidades en los juegos de azar. Las ideas y principios contenidos en la obra resultan sorprendentemente actuales y vigentes, al punto de que su tardío redescubrimiento, supuso un notable impulso del moderno cálculo probabilístico. Vaya desde aquí nuestro humilde y sincero tributo al gran Girolamo Cardano, y que rueden en su honor los dados sobre el tapete.

El que juega por diversión no necesita ganar. El que juega por necesidad perderá necesariamente.


miércoles, 22 de julio de 2015

EL PROCESO DE DAYTON: LA EVOLUCIÓN EN EL BANQUILLO

Dayton, Tennessee, 1925. En la nación más libre de la Tierra, un grupo de honrados ciudadanos orgullosos de ser americanos, denunciaron a John Scopes, un modesto maestro de escuela, que fue juzgado bajo la acusación de haber difundido en una de sus clases la idea de que el hombre desciende del mono. Aquellos granjeros, comerciantes, funcionarios…, aquellas buenas gentes de piel blanca que asistían cada domingo a la iglesia, y conservaban en sus casas como un tesoro un ejemplar de la biblia que había pertenecido a sus padres y a sus abuelos, tenían la ley de su parte. Aunque parezca mentira, hace menos de un siglo, en 1925, en los Estados Unidos de América existía una ley que castigaba cualquier mención a las teorías de Darwin.

A la pequeña localidad acudieron científicos, periodistas, fotógrafos, sacerdotes y una legión de curiosos. Mientras duraron las sesiones del proceso, los establecimientos de Dayton hicieron su agosto. Los más avispados lugareños llegaron a cobrar sumas astronómicas por una habitación a los corresponsales de los principales diarios del país, que siguieron los acontecimientos sin omitir el menor detalle. Muy pronto quedó patente que lo que estaba en juego no era la sanción al pobre maestro, un hombre modesto y tímido al que las publicaciones sensacionalistas apenas prestaron atención. Lo que se dirimía en Dayton, Tennessee, era la validez de las teorías de Darwin y de Haeckel, enfrentadas al libro sagrado cuya textualidad admitían a pies juntillas millones de americanos, para estupor de la mayoría de los europeos.


En Europa el evolucionismo prácticamente ya no tenía detractores. Se admitía abiertamente y de forma general. Así lo declararon muchos importantes hombres de ciencia que a su condición de paleontólogos unían la de sacerdotes católicos, como el padre Breuil, los jesuitas Obermaier y Teilhar de Chardin, o el abate Bourgeois. Concretamente Henri Breuil escribió a propósito del caso: No existe ninguna cronología bíblica, y es a la ciencia a la que corresponde determinar la época de la aparición del hombre sobre la Tierra. Es imposible ser más claro.

El principal protagonista de la facción anti-evolucionista de Dayton fue William Jennig Bryan, un hombre con grandes aspiraciones políticas, candidato a la presidencia del consejo municipal, y postulado por sus seguidores como el futuro gobernador del estado. Bryan era un fanático religioso, capaz de recitar de memoria cada uno de los versículos de la biblia. Era un orador elocuente que sabía arrancar el aplauso de aquel entregado auditorio de paletos, mientras alzaba sobre su cabeza el libro sagrado con la mayor solemnidad. Frente a él, Clarence Darrow, un reputado jurista de ideas liberales, se encargó de la defensa del pobre Scopes, que sin apenas intervenir, asistía atónito a aquel duelo de titanes. Si queréis hacerlo también, os recomiendo la revisión de La herencia del viento, una formidable película producida por la MGM en 1960, y dirigida por Stanley Kramer. Los papeles de Darrow y Bryan, con otros nombres supuestos, eran encarnados por Spencer Tracy y Fredric March, dos gigantes de la interpretación frente a frente.


Los debates fueron haciéndose cada vez más agitados y turbulentos. No había bastante espacio en la sala para tantos curiosos, y la multitud se apiñaba y se manifestaba en las calles. Pierre Honoré lo describe así: Los predicadores azuzaban a las masas como si de perros se tratara. Las mujeres se rasgaban las vestiduras como se dice en la Biblia, y danzaban al acorde de una orquesta de jazz. Todos vociferaban, rugían, chillaban y gesticulaban en medio de la mayor confusión y alboroto. La multitud se apretujaba en la sala y con sus gritos ahogaban las declaraciones de los sabios llamados por la defensa. Cuando la gente oyó que se hablaba de monos, empezaron a volar por los aires las primeras botellas a la cabeza de los testigos. Luego siguieron patas de sillas, y a continuación todo el mobiliario restante. Los ciudadanos de Dayton, que se consideraron humillados por la enseñanza de la teoría, recibieron ayuda de fuera y refuerzos en forma de piedras, huevos y tomates. Fue una escena indescriptible. Peritos y profesores, los jueces y el mismo acusado quedaron materialmente cubiertos de huevos y tomates, algunos incluso sangraron por los golpes recibidos. Los fotógrafos amortizaron con creces los gastos del viaje, y los periodistas no podían soñar con reportajes más sensacionales que el que les deparó el juicio de Dayton.


Como estaba cantado, se declaró culpable al maestro, al que se impuso una multa de cien dólares. Después de escuchar la sentencia, los honrados ciudadanos de Dayton se arrodillaron en la sala, y permanecieron allí durante largo espacio, entonando salmos e himnos religiosos. El maestro abandonó la escuela, la ciudad y el estado. Temía por su integridad habitando entre aquellas buenas gentes de la nación más libre de la Tierra. En la actualidad, tanto en Tennessee como en otros estados de la América profunda, la ley exige que en las escuelas se trate el evolucionismo como una simple teoría más, y que no se olvide incluir como alternativa el creacionismo, siguiendo las enseñanzas de la sagrada biblia. Así de crudo, así de estúpido y así de vergonzoso, amigos.

Cualquier mono que se respete rechazaría toda pretensión de parentesco con el hombre.


domingo, 19 de julio de 2015

LEO McCAREY, UN TIPO CON OFICIO



Cuando los hermanos Marx estaban a punto de rodar Sopa de ganso, que había sido su mayor éxito en los escenarios de Broadway, Harpo, el más avispado para los negocios de ellos, fue a ver a los jefes de la Paramount y les exigió: en la silla del director quiero a Leo McCarey. Y es que el californiano era en aquellos años el mago de las comedias. Nadie como él era capaz de sacar petróleo de hasta el último secundario, y todo lo que tocaba se convertía en oro. McCarey resolvía con oficio lo mismo una comedia romántica que una locura como la de los Marx. No se le resistían ni las taquillas ni los públicos, y en los treinta fue el auténtico número uno de la dirección.
Filmoteca Bigotini tiene hoy el orgullo de rescatar del olvido una vieja película de Leo McCarey: La vía láctea, una producción de 1936 de la Paramount, firma que contaba en exclusiva con sus servicios, protagonizada por Harold Lloyd en el declive de su carrera. La trama no puede ser más simple. Harold es un lechero que accidentalmente deja fuera de combate a todo un campeón de boxeo. La noticia se infla como un globo en los diarios sensacionalistas, y el pobre lechero acaba en los cuadriláteros pasando los apuros que se pueden suponer. Haced clic en la carátula y disponeos a pasar un rato divertido con las cómicas tribulaciones de Harold Lloyd y la magistral dirección de Leo McCarey. Que aproveche.

Próxima entrega: Jean Arthur



miércoles, 15 de julio de 2015

CARBONO: EL ELEMENTO DE LA VIDA

molécula de CO2
Todos los seres vivos estamos basados en la química del carbono. Tanto que es dudoso que la vida hubiera podido originarse espontáneamente en ausencia de este elemento. Ello se debe a la manera singular que tiene el carbono de combinarse con otros elementos. Por ejemplo, el dióxido de carbono (CO2) a temperatura ambiente es un gas, lo cual resulta extraordinariamente útil desde el punto de vista biológico. El silicio es el elemento que está inmediatamente por debajo del carbono en la tabla periódica, así que ambos elementos tienen propiedades químicas bastante similares. Sin embargo, el dióxido de silicio (cuarzo) queda mucho mejor en la vitrina de una colección de minerales, que en los pulmones de un organismo vivo. Somos pues una forma de vida basada en el carbono, pero ¿cómo llegaron a formarse el carbono, cuyo núcleo contiene seis protones, y los demás elementos pesados de los que estamos compuestos?

Fred Hoyle
Tal como descubrió Fred Hoyle en la década de los cincuenta, todos los elementos químicos se formaron  originariamente a partir del hidrógeno, la auténtica sustancia primordial, que contiene un solo protón en su núcleo atómico. Después hemos sabido que el helio y el litio, cuyos núcleos albergan dos y tres protones respectivamente, también fueron sintetizados precozmente, aunque en mucha menor abundancia, cuando el universo tenía unos doscientos segundos. Cuando dos núcleos de hidrógeno chocan violentamente y se fusionan entre sí, se forma un átomo de helio. Es lo que ocurre continuamente en el interior de las estrellas, y es la forma en que se produce la energía que en el caso concreto del Sol, nos calienta. A su vez, dos átomos de helio al chocar, forman berilio, cuyo núcleo contiene cuatro protones. Ocurre que el berilio es un elemento extremadamente inestable, que casi inmediatamente vuelve a escindirse en dos átomos de helio.


Pero cuando las estrellas envejecen y comienzan a agotar sus existencias de hidrógeno, su centro se contrae y se calienta hasta alcanzar unos cien millones de grados Kelvin. En esas condiciones, los núcleos atómicos interactúan con tanta frecuencia, que algunos núcleos de berilio que no han tenido tiempo de escindirse, chocan con los de helio (4 + 2 protones), formando isótopos estables de carbono (6 protones). Más tarde, cuando llegado el ciclo final de su existencia, las estrellas explotan en el grandioso estallido de una supernova, el carbono y el resto de los elementos más pesados imprescindibles para la vida, se esparcen prodigiosamente, para condensarse después en algún planeta como el nuestro. Este asombroso proceso de formación de carbono se conoce con el nombre de proceso de la triple alfa. La partícula alfa es el nombre que recibe el núcleo del isótopo de helio que interviene en la fusión. Como el proceso para completarse requiere que se fusionen tres de ellos, se llama proceso de la triple alfa. Sin este milagro fisioquímico, el universo tal como lo conocemos y por supuesto, la vida, serían completamente imposibles. El profe Bigotini y yo os sugerimos que si queréis adorar a algún ídolo que realmente lo merezca, os olvidéis de budas sedentes, becerros de oro y vírgenes dolorosas. Adorar al átomo de carbono se ajustaría mucho más a la evidencia científica.

Soy ateo, gracias a Dios. Luis Buñuel.



lunes, 13 de julio de 2015

ANAXÍMENES, EL TERCER MILESIO

La patria de Anaxímenes fue la pródiga Mileto, que antes había visto nacer a Tales y a Anaximandro. Anaxímenes fue discípulo de ambos, y al decir de muchos, un discípulo tan aventajado, que bien podría alcanzar la altura de sus maestros en el selecto parnaso de los sabios presocráticos. Así que si la cronología hace de él el tercer milesio, la ciencia bien pudiera situarle algún escalón por delante. Vivió entre los años 590 y 524 a.C. En filosofía coincidió con Anaximandro en la existencia de un principio infinito, pero a diferencia de su maestro, le otorgó una naturaleza concreta y precisa: el aire (pneuma), que se transforma y adquiere diferentes propiedades materiales a través de dos mecanismos: la rarefacción, que genera el fuego, y la condensación, que origina viento, agua, nubes, tierra o piedras… Con todo lo absurdo que suena, asombrosamente esta teoría tuvo en la antigüedad una legión de seguidores, y gozó de gran popularidad.


La cosmología de Anaxímenes se basó en una Tierra plana cubierta por un pneuma celeste en el que giran los astros compuestos fundamentalmente de fuego. Unos sólidos invisibles serían en última instancia los responsables de los eclipses. Cuenta Plinio el Viejo en su Historia Natural que Anaxímenes fue el primero en analizar la geometría de las sombras para medir las partes y divisiones del día. Al parecer diseñó un reloj de sol de precisión legendaria. En cuanto a su obra, Diógenes Laercio le adjudica la autoría de un tratado, el Peri Physeos o Peri Physeos (Sobre la Naturaleza), que lamentablemente se perdió. Hasta nosotros sólo han llegado pequeños fragmentos y comentarios sobre él de diferentes autores. Biblioteca Bigotini os ofrece una breve antología de ellos. Haced clic en la ilustración y familiarizaos durante unos minutos con las ideas de Anaxímenes y su filosofía arcáica y un poquito estrafalaria. No hay que asombrarse. Cosas mucho más fantásticas pueden leerse en textos de aquella época histórica.

Aquel que se perfume con el óleo santo hecho con quinientos siclos de casia y un hin de aceite de oliva, quedará exterminado de su pueblo. Éxodo 30-31.



miércoles, 8 de julio de 2015

CALAMARES LUMINOSOS Y SEPIAS DE COLORES

¿Habéis visto a las sepias cambiar de color? Es una capacidad muy útil como camuflaje, como medio de intimidación, como señuelo sexual, y hasta es posible que como método de comunicación en el silencioso mundo submarino. Muchos cefalópodos están dotados de células especializadas en pigmentación llamadas cromatóforos. Funcionan mediante un ingenioso sistema que regula el tamaño celular y permite construir y replicar patrones cromáticos complejos que mezclan colores y formas. Los cromatóforos se encuentran conectados a terminaciones nerviosas, y sus dimensiones vienen reguladas por contracciones musculares. Por otra parte los ojos de pulpos, sepias y calamares son órganos extraordinarios capaces de percibir no sólo los colores, sino la intensidad de la luz. Gracias a su vista fantástica, los cefalópodos pueden literalmente crear formas y dibujos coloreados sobre su cuerpo, que imitan con asombrosa precisión el aspecto del lecho marino.


Pero eso no es todo. Muchos calamares poseen la capacidad de producir luz y controlar su intensidad. Esta capacidad biológica que alcanza también a otros animales marinos y hasta a insectos terrestres como las luciérnagas, se conoce con el nombre de bioluminiscencia. En el caso concreto de los calamares, la generación de luz es de origen químico. La luz se crea mezclando dos sustancias que dan lugar a una tercera que despide luz. Aunque las sustancias son distintas, las luciérnagas poseen un mecanismo idéntico, lo que constituye un caso singular de convergencia evolutiva. Las células que albergan estas sustancias se denominan fotocitos, y los órganos que las contienen se llaman fotóforos.

Ellen Prager, oceanógrafa de la Universidad de Miami, escribe que los calamares luminosos segregan una sustancia, la luciferina, que reacciona con el oxígeno en presencia de una hormona llamada luciferasa. Cuando la reacción se completa, se forma una molécula nueva, que en el mar brilla con tonos que van del azul al verde intenso. Algunos de estos órganos o fotóforos son simples sacos glandulares. Otros en cambio, son dispositivos muy complejos dotados de lentes para enfocar, filtros de diferentes colores o cortinillas móviles que actúan como interruptores de encendido y apagado. Las últimas investigaciones revelan que tanto algunos calamares como diversos peces, crean luz bioluminiscente mediante bacterias que habitan el interior de los órganos lumínicos del animal. Son especies bacterianas únicas y exclusivas, que no se encuentran en ningún otro lugar.


El mundo natural no dejará nunca de maravillarnos. El profe Bigotini estudia últimamente la manera de injertar en su enorme narizota células bioluminiscentes, para alumbrar en su retiro playero, a los barcos que se acercan peligrosamente al acantilado. Será un faro viviente, y sus colaboradores ya estamos fascinados, pensando en colgar adornos navideños de sus bigotes cuando llegue diciembre.

Paradojas luminosas: La pesca con luz sólo puede hacerse de noche, porque de día hay demasiada luz.


lunes, 6 de julio de 2015

ANDRÉS VESALIO. UN AMBICIOSO EN PALACIO

Andrés Vesalio es el nombre latinizado de Andries van Wesel, un bruselense de familia brabanzona, nacido en 1514. Procedía de una antigua y prestigiosa dinastía de médicos. Su tatarabuelo Pierre fue médico de Federico III y autor de un comentario a Avicena muy célebre en su tiempo. Su bisabuelo Johannes fue profesor de matemáticas y medicina en la universidad de Lovaina, y médico de Carlos el Temerario, ennoblecido por el emperador, introdujo en sus armas las tres comadrejas de las que blasonó la familia. Su abuelo Everard fue médico de María de Borgoña y del archiduque Maximiliano. Pero a partir de ahí se enturbió un tanto la nobleza familiar, puesto que Andreas van Wesel, el padre de Andrés Vesalio, fue un hijo concebido fuera del matrimonio, con el consiguiente escándalo. El emperador Carlos Quinto tuvo el detalle de legitimarlo, pero a pesar de ello, tanto él como su hijo Andrés siempre fueron mirados por encima del hombro en la Corte imperial.

Nuestro hombre creció empeñado en devolver el lustre a aquella dinastía de profesores universitarios y galenos reales que, como escribió en el prefacio de su obra, estaban lejos de ser oscuros médicos. Andrés fue un joven arrogante continuamente enzarzado en disputas para limpiar su honor y su nombre. Terminó convertido en médico personal del emperador, y fue nombrado conde palatino en 1556, con lo que al fin pudo lucir en su escudo otra vez las anheladas tres comadrejas. Su carácter desconfiado e irascible le llevó a discutir, a veces acaloradamente, con maestros, colegas y discípulos a lo largo de su andadura profesional.

Estudió en Bruselas, Lovaina, Estrasburgo, París y Padua, y además de ser el médico de cámara del emperador Carlos, lo fue también de su hijo Felipe II. En 1543 Vesalio publicó la obra a la que dedicó gran parte de su vida, y por la que es conocido universalmente: De Humani Corporis Fabrica, que habitualmente se conoce simplemente como Fabrica. Se trata fundamentalmente de una colección de dibujos anatómicos extraordinariamente detallados, y tomados del natural durante la disección de cadáveres, una práctica muy extendida en su época, tanto entre los médicos y cirujanos, como entre los artistas, que procuraban conocer a fondo la anatomía humana, para reproducirla con la mayor fidelidad en sus obras de arte. Por cierto que esta práctica condujo a la muerte a no pocos de ellos, al pincharse o cortarse accidentalmente con algún instrumento de disección, y contraer sepsis mortales que les llevaban a la tumba en pocas horas.


La Fabrica de Vesalio resultó una fuente de inspiración y un instrumento de consulta indispensable en su tiempo. No obstante, curiosamente fue mucho más popular entre los artistas que entre sus colegas médicos. Los dibujos de Vesalio se copiaron y reprodujeron hasta la saciedad por una legión de dibujantes y grabadores. Paradójicamente se prescindió muy a menudo de su texto, y la razón de ello hay que buscarla en que Andrés Vesalio realmente no aportó nada nuevo a las ideas y principios anatómicos de Galeno que imperaban aun en aquellos años. En un episodio oscuro de su biografía, Vesalio fue condenado a la hoguera por prácticas hechiceriles (se desconoce con qué argumentos). Felipe II sustituyó benévolamente la sentencia por la imposición de peregrinar a Tierra Santa. Tras una accidentada travesía, Andrés Vesalio falleció en la isla griega de Zante, cuando apenas tenía cincuenta años.


Tan solo unas décadas después, el texto de su Fabrica quedó por completo relegado al olvido, mientras que las ilustraciones de Vesalio fueron amplia y brillantemente superadas por artistas como Leonardo de Vinci, Miguel Ángel o Rafael. Ya veis en definitiva en que queda la vanidad y que poco aprovechan el orgullo y la arrogancia. Toda una vida dedicada a ascender socialmente y hacer continua protesta de nobleza, para acabar olvidado, condenado y con tres cochinas comadrejas en el escudo, que no sirven para maldita la cosa.

La humildad es el vestido del pobre y el adorno del príncipe.



miércoles, 1 de julio de 2015

BIGOTINI REPORTERO


Si, si, ya sabemos que ardéis en deseos de conocer más detalles sobre la apasionante vida del profesor y sus aventuras. Hoy queremos premiar vuestro interés y vuestra fidelidad, con un nuevo capítulo biográfico de este hombre admirable. Aunque somos muy pocas las personas que estamos al corriente de esta etapa de su pasado, el profe Bigotini fue en su lejanísima juventud (cuando ni siquiera tenía bigote) un ágil e intrépido reportero. Firmaba sus crónicas con el seudónimo de Bigotín, y en sus correrías  no dejó de visitar ni un solo rincón del mundo. Viajó al Congo, al Oeste americano, a Arabia, al Tíbet, a los Andes, a Australia, e incluso pisó la Luna antes que Neil Armstrong.

Antes de la guerra fue un poquito facha. Sólo un poquito. No se le puede reprochar demasiado, porque en los treinta muchos jóvenes europeos se dejaron deslumbrar por tanta bandera, tanto desfile, tanta música de viento y tanto paso de la oca. En ese tiempo viajó al país de los soviets y regresó hablando pestes de los bolcheviques. Ahora bien, hay que decir que aun entonces era un facha de buen corazón. Se fue al Congo a enseñar a leer a los pobres negritos y a repartirles caramelos y pastillas de jabón con aroma de lavanda, para que se lavaran un poco y no fueran por ahí oliendo a choto, caramba.


Después de la guerra se desengañó mucho de los estandartes y de la cosa racial. Hasta se hizo amigo de un chinito, un árabe y un muchacho inca. Después de todo, pensó, no hay gran diferencia entre los europeos, los americanos del norte y los australianos, por ejemplo. Incluso los mediterráneos morenitos son aceptables si se duchan a diario. Renegó de los totalitarismos y junto a sus amigos de la simpática Sildavia, combatió la feroz dictadura de la vecina Bolduria. Precisamente fue una nave sildava diseñada por el profesor Silvestre Tornasol, un eminente científico, la que le condujo hasta nuestro satélite. Le acompañó en el viaje su inseparable amigo el capitán Haddock. Por cierto que al joven Bigotín tuvieron que construirle una escafandra a la medida, que pudiera alojar esa enorme nariz de berenjena que tiene.


En las demás imágenes que ilustran esta breve reseña podéis admirar esa nariz y el resto de su magnífico porte en diferentes situaciones: con su inseparable Milou, escapando de un mercante, explorando la superficie lunar o paseando por un zoco árabe con su amigo Haddock. Hergé, el genial dibujante belga, plasmó con mano maestra todas sus aventuras. Desde aquí le pedimos perdón humilde y póstumamente, por el sacrilegio de emborronar sus magníficos dibujos. En fin, os preguntaréis cómo y por qué nuestro héroe abandonó aquella agitada vida de reportero, y dejó de ser Bigotín, para convertirse en el profesor Bigotini, ese gran científico que todos conocemos y admiramos. Muy sencillo. Aunque parezca un motivo prosaico, lo hizo por el qué dirán. Si amigos, un chico joven sin novia ni amistades femeninas conocidas, que tiene un perrito faldero y se hace acompañar a todas horas por un tío barbudo, daba mucho que hablar en la vecindad. Tratando este delicado tema con el inspector Hernández, sólo ha podido decirnos que la gente es muy mal pensada. Yo aun diría más, ha añadido su compañero Fernández: la gente es muy mal pensada.

El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía. Mark Twain.