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martes, 26 de enero de 2016

AUSTRALOPITHECUS AFRICANUS. OTRO PASO ADELANTE


El primer fósil de Australopithecus africanus se desenterró en el Transvaal sudafricano en 1924. Se trataba del cráneo casi completo de un ejemplar infantil. Desgraciadamente el foco de atención de los especialistas se desplazó rápidamente hacia otro hallazgo efectuado en Inglaterra, el llamado cráneo del hombre de Piltdown, que luego resultó ser un fraude. Después, y siempre en tierras africanas que, como parece ya archidemostrado, son la cuna de nuestra estirpe, se fueron desenterrando muchos más restos fósiles pertenecientes a la especie que nos interesa.
Las zonas de habitación de Australopithecus africanus fueron las actuales Etiopía, Kenia, Tanzania y Sudáfrica, y su época de máxima expansión puede datarse a finales del Plioceno, si bien existe alguna controversia en cuanto a si la aparición de A. africanus fue anterior o posterior a A. afarensis. En cualquier caso parece seguro que debieron convivir durante algún tiempo, y que se trataba de especies íntimamente emparentadas.


Australopithecus africanus era un homínido de 1,3 m de altura que vivió hace entre tres y un millón de años antes que nosotros. Su cerebro era relativamente pequeño, con una capacidad de unos 400 cc., que lo aproximaba a los actuales chimpancés. El rostro conservaba aun las pesadas mandíbulas propias de los simios. Su dentadura puede calificarse de bastante humana, excepto por el mayor tamaño de los caninos.


Como A. afarensis, Australopithecus africanus poseía una estructura ligera, con un peso aproximado de unos 30 Kg., y por supuesto caminaba perfectamente erguido. La hipótesis más extendida entre los especialistas es que había abandonado las regiones boscosas para habitar en la sabana y en espacios abiertos. Es indudable que se socializaba en grupos familiares similares a los que pueden observarse actualmente entre los grandes simios. También parece probado que estos individuos cazaban en grupos, o que al menos eran capaces de disputar las presas a grandes carnívoros, alimentándose de la carroña. Mucho más dudoso es el hecho de que manejaran herramientas, como algunos les han atribuido. Los supuestos utensilios de hueso que se han hallado en sus yacimientos están fabricados de manera tan tosca que acaso sólo son restos de la comida de alguna hiena. Con todo, los vegetales, tallos, raíces y semillas, constituían lo principal de su dieta.


Tal como ocurre con A. afarensis, a la vista de los datos de que disponemos resulta imposible afirmar con seguridad que Australopithecus africanus fuera uno de nuestros antecesores directos. De lo que no cabe la menor duda es de que se trata de una criatura con la que compartimos un antepasado común no demasiado lejano en el tiempo geológico. Por las características que conocemos de las diferentes especies fósiles, en Bigotini optamos por considerar nuestro antepasado a Australopithecus afarensis, de quien hablamos en un reciente artículo. No obstante, ya sabéis que estas opiniones están sujetas a continua revisión, en virtud de los hallazgos fósiles que vayan surgiendo. El profe aun espera ansioso que desentierren un cráneo con una gran nariz de berenjena.


El mejor maestro es el tiempo. Desgraciadamente acaba matando a todos sus discípulos.



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