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martes, 25 de julio de 2017

AVES DESAPARECIDAS Y CAZADORES DE PÁJAROS


Zoólogos y paleontólogos ya no tienen ninguna duda de que los dinosaurios no se extinguieron completamente hace 65 millones de años. Dejaron descendencia: las aves. Los pájaros grandes y pequeños que surcan los cielos o anidan en los cañaverales son genuinos y directos descendientes de los pequeños dinosaurios emplumados del jurásico.
Se calcula que han coexistido con nosotros unas 10.000 especies de aves diferentes, desde diminutos colibríes hasta pesadas avestruces. Otro cálculo aproximado es que de estas 10.000 especies han desaparecido unas 130. La cifra representa el 1,3%. No es demasiado para 65 millones de años. Sin embargo, si os digo que la práctica totalidad de las bajas se ha registrado en los últimos 2.000 años, en el periodo histórico, y, por supuesto, a manos del hombre, la cosa ya no parece tan inocente, ¿verdad?

En un reciente post os hablé de la extinción del dodo  en las islas Mauricio. Mucho más al Este, en Nueva Zelanda, se produjo otra matanza histórica, la de los moas. Los moas tenían una altura de tres metros y llegaban a pesar hasta cerca de trescientos kilos, más del doble que el avestruz africano moderno. Fueron extinguidos en apenas un par de siglos por los polinesios que en torno al año 1300 de nuestra era colonizaron Nueva Zelanda, la última gran masa de tierra firme habitable descubierta por seres humanos. Cuando aparecieron por allí los primeros europeos, el único vestigio que quedaba de los moas era algún que otro montón de enormes huesos de pájaro, y unas cuantas leyendas maoríes que relataban los viejos a la luz de las fogatas. Si recordáis lo que os conté sobre el dodo, coincidiréis conmigo en que si al llegar los europeos hubiera quedado algún moa con vida, los marineros barbudos habrían empleado el mismo celo que los maoríes en acabar con él.


El alca gigante, un pingüino grandote y torpe como todos los de su familia, no habitaba una sola isla como los moas, sino que extendía su hábitat por la práctica totalidad de la mitad superior del hemisferio norte, desde Siberia hasta Escandinavia, Groenlandia y Canadá. Por eso se tardó más tiempo en exterminarla. No obstante, los cazadores noruegos, escoceses y americanos, se entregaron a una persecución tan feroz del alca gigante, que consiguieron también terminar con los últimos ejemplares, a veces sin más armas que simples palos o bicheros de pescador.
Los moa-nalos eran patos hawaianos de gran tamaño, no voladores y comedores de hojas. Se sabe poca cosa de ellos, pero estamos bien seguros de quién los mató.


Pero el que en palabras de Alan Weisman ha sido el más asombroso avicidio de los conocidos, se perpetró hace apenas un siglo. La víctima fue la paloma migratoria norteamericana, que según todas las estimaciones era el pájaro más abundante del planeta. Sus bandadas alcanzaban los 500 kilómetros de extensión y estaban compuestas por miles de millones de individuos. Ocupaban a su paso todo lo largo y ancho del horizonte, oscureciendo el cielo durante horas. Eran algo mayores y de plumaje más vistoso que las palomas comunes. Tenían el dorso azul oscuro y el pecho rosado. Según testimonios de la época las palomas migratorias tenían un sabor delicioso. Se alimentaban de grandes cantidades de hayucos, bayas y sobre todo bellotas, como nuestros cerdos ibéricos, por eso no es extraño que los gourmets de su tiempo las encontraran exquisitas… En fin, se las cargaron a todas. Como volaban en grupos tan apretados, con un solo disparo de perdigones, podían abatirse docenas de ejemplares. Siempre siguiendo a Weisman, a partir de 1850, con la mayor parte de los bosques reemplazados por granjas, cazarlas resultaba más fácil, ya que se posaban por cientos de miles en los pocos grandes árboles que quedaban. Cada día llegaban a los mercados de Boston y Nueva York vagones de tren cargados de palomas. Cuando se hizo evidente que su número estaba disminuyendo, una especie de delirio llevó a los cazadores a exterminarlas aun más rápido mientras quedaran ejemplares que cazar. En 1900 no quedaban más que unas cuantas en un zoo de Cincinnati. La última murió allí en 1914.


Las historias de las extinciones son siempre tristes, tanto por la enorme injusticia que se comete con criaturas incapaces de defenderse, como sobre todo, por la irreparable pérdida de diversidad genética y el consiguiente empobrecimiento biológico que supone. Pero en fin, es nuestro destino como especie: acabar con todo lo que nos rodea. También y especialmente con nosotros mismos.

Los hijos que no tuvimos se esconden en las cloacas, comen las últimas flores, parece que adivinaran que el día que se avecina viene con hambre atrasada.  Luis Eduardo Aute.



sábado, 22 de julio de 2017

LAGRANGE, EL SABIO MEDROSO


Lagrange
Joseph Louis o Giuseppe Luigi Lagrange, medio francés, medio italiano, nació en Turín en 1736, en el seno de una familia parisina con raíces en Cerdeña, isla a la que siempre le unió un especial vínculo. Único superviviente de once hermanos, estudió en la Universidad de Turín. Siendo apenas un adolescente descubrió su pasión por las matemáticas, a la que se entregaría el resto de su vida. Con solo diecinueve años, halló un nuevo método para el cálculo de variaciones que dejó asombrado al propio Leonhard Euler, por entonces el más prestigioso matemático europeo. Euler tuvo con el joven Lagrange la deferencia de retrasar la publicación de uno de sus artículos sobre la materia, para permitir que aquella joven promesa completara su trabajo. Todo un detalle. Pasó Lagrange a formar parte del claustro de profesores de la Academia Militar de Cerdeña, tras ser nombrado para el cargo por Carlos Manuel, el rey sardo. Allí con ayuda de sus alumnos, completó en 1758 los cinco volúmenes de su monumental obra Miscellanea Taurinensia, así llamada por publicarse bajo el patrocinio de la Academia de Turín.

Federico el Grande
Cuando Euler marchó a Rusia, Lagrange ocupó su lugar en la Corte prusiana de Federico el Grande, dirigiendo la Academia de Ciencias de Berlín, que en aquel tiempo era la más prestigiosa de Europa. Lagrange era un hombre pusilánime y medroso. Desde niño su salud fue muy precaria, y en su etapa prusiana se propuso hallar un método científico para mejorarla. Lo cierto es que finalmente lo consiguió aplicándose una severa disciplina de horas de trabajo, descanso, alimentación, etc. Su método consideraba cuerpo y mente como sendas máquinas, algo muy celebrado en los ambientes científicos de la época. A la muerte de Federico el Grande, su protector, recibió ofertas de España, Nápoles y París. Se decidió por esta última por considerar el clima parisino más semejante al de Berlín, al que ya se había acostumbrado. Sin embargo, no eligió bien el momento, puesto que al poco de su llegada se produjeron los primeros sucesos de la Revolución. Lagrange vivió esta etapa revolucionaria sumido en el más pavoroso terror. Sus alumnos aseguraban que temblaba cuando con un hilo de voz, dictaba sus lecciones. Quiso huir de Francia, y cuando un grupo de ciudadanos irrumpió en su casa para nombrarlo presidente de la Comisión para la Reforma de Pesos y Medidas, el pobre Lagrange pensó que había llegado su última hora.

Aceptó el cargo, y a sugerencia suya, Francia adoptó el sistema métrico decimal. Más tarde fue excluido del decreto que obligaba a los extranjeros a abandonar Francia, el gobierno revolucionario le nombró profesor de la Escuela Politécnica, y después Napoleón le cubrió de honores. Ya mayor, contrajo un desgraciado y breve matrimonio con una jovencita que se declaró al sabio ante la incredulidad de propios y extraños. Acaso aceptó Lagrange por temor a contrariarla. Fue senador, oficial de la Legión de Honor y Gran Cruz de la Imperial Orden de Reunión. Falleció en 1813, hubo quien dijo que de miedo, siendo enterrado con gran ceremonia en el Panteón de París. En cuanto a su obra, Joseph Louis Lagrange sobresalió en las series recursivas, el cálculo de probabilidades y el de variaciones. También brilló en la dinámica, enunciando el principio de mínima acción y en el cálculo integral. Además de gran matemático, fue un notable astrónomo, destacando sus trabajos sobre el sistema joviano, la libración de la luna o las trayectorias de los cometas. Un asteroide y un cráter lunar fueron bautizados con su nombre.
Tal es la historia del ciudadano Joseph Louis Lagrange, conde de Lagrange, uno de los sabios más miedosos de que se tiene noticia, pero también uno de los más grandes hombres de ciencia de todos los tiempos. Bigotini brinda por su memoria, procurando no levantar demasiado la voz.

El miedo es ese cuarto oscuro donde se nos revelan los negativos de nuestros terrores. Michael Pritchard.



miércoles, 19 de julio de 2017

EDWARD TENNYSON REED Y LOS CAVERNÍCOLAS


Nacido en 1860 y fallecido en 1933, el londinense Edward Tennyson Reed fue uno de los principales exponentes de la ilustración británica del cambio de siglo.
Su medio natural fue la célebre revista Punch, donde publicó un sinfín de caricaturas políticas de carácter satírico. Su serie de dibujos más celebrada fue sin duda la que realizó caricaturizando a los cavernícolas, los llamados Prehistorics Peeps, un tema muy popular en la Inglaterra de su tiempo, donde se dividió la sociedad entre partidarios y detractores de las leyes de la evolución enunciadas por Darwin. En esto tuvo Tennyson muchos seguidores, entre los que sobresalió el americano Opper.

También destacó Tennyson en la ilustración convencional. A su plumilla se deben una serie de retratos de los parlamentarios británicos, realizados con la puerta del Parlamento como fondo. En esta modesta Historia del Cómic y la Ilustración no podíamos dejar de incluir a un dibujante de su talla. Os dejamos como ejemplo de su ingente trabajo y su gran talento, una serie de dibujos que esperamos agraden a nuestros seguidores.

















lunes, 17 de julio de 2017

HOWARD HAWKS. OFICIO Y TALENTO




Alguien que es capaz de conseguir que Gary Cooper hiciera reír al público o que John Wayne actuara, tiene que ser muy bueno. Ese alguien era Howard Hawks, un director con oficio, pero también mucho más que eso, un hombre de cine, un verdadero artista.
Hawks se desenvolvió con igual soltura en la comedia, el western o el drama. Dirigió a las más rutilantes estrellas de Hollywood y se ganó el respeto y la admiración de propios y extraños. Como no frecuentaba los ambientes intelectuales de su tiempo, su talento no fue reconocido hasta varias décadas después de que ya fuera un cineasta importante. A ello contribuyeron de forma decisiva los críticos franceses de Cahiers du Cinèma adscritos a la moda europea del reencuentro con el cine clásico. Él nunca se consideró un artista. Recibió de manos de Wayne su Oscar honorífico con la naturalidad de quien acepta una cerveza.
En Filmoteca Bigotini tenemos la satisfacción de ofrecer a nuestros lectores el enlace para visionar un formidable documental sobre la vida y la obra de este gran director. Haced clic en la foto porque merece la pena, os lo aseguro.

Próxima entrega: Bette Davis




viernes, 14 de julio de 2017

LANGUEDOC, ROSELLÓN Y PROVENZA. TRAS LAS HUELLAS DE ARAGÓN


Un caluroso verano, Bigotini y sus chicas, ávidos de aventuras, cargaron el auto de maletas y cruzaron la frontera francesa por los puertos andorranos, para internarse en el Midí francés, recorriendo los caminos de aquellas tierras que un día pertenecieron a la Corona de Aragón.
Los rótulos de calles y plazas, que en muchos lugares alternan el francés con la langue d'Oc u occitano y el provenzal, viejas lenguas romances que antaño se hablaron por allí, recuerdan aquel remoto pasado y reviven sentimientos de antigua hermandad. Aún en alguna plaza, puede el viajero escuchar a algún grupo de ancianos expresarse en un perfecto castellano. Son viejos exiliados españoles que echaron raíces en su patria de adopción transpirenáica.

Carcassone

La primera parada Foix, capital del antiguo condado, hermosa ciudad amurallada que creció a la sombra de su vetusto castillo en que destacan sus tres esbeltas torres. Calles serpenteantes conducen, siempre cuesta arriba, hasta las mismas puertas de la fortaleza medieval. Como resulta imprescindible reponer fuerzas, lo más apropiado es el típico cassoulet, acaso el plato más emblemático de la región, donde las alubias se acompañan de jugosas salchichas o sabrosos muslos de pato. Es también imponente la iglesia de San Volusiano, un monumento gótico admirable. Un breve desvío a oriente desde Foix conduce a Carcasona, ejemplo de conservación urbanística con su vieja ciudadela porticada que atrae turistas por millares como la miel a las moscas.

Albí

El conjunto fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997. Los grandes sillares tiznados de hollines seculares recuerdan ecos de hogueras, torturas y matanzas, cuando los cruzados aniquilaron allí a los herejes cátaros, extirpando a sangre y fuego la herejía albigense. Tan recomendable como la propia ciudadela es aquí el viejo cementerio que se alza extramuros con sus imponentes cipreses y sus abigarradas tumbas decimonónicas. Si el turista ha cobrado alguna afición al cassoulet, en Carcasona lo hallará en sus más variadas versiones, incluidas algunas tan modernas como las que lo presentan envuelto en un canelón y flanqueado por delicias de pato. Es este simpático ánade en Francia el equivalente a nuestro cerdo, del que se aprovecha hasta el último centímetro.

Por una pintoresca y angosta carretera sembrada de curvas cerradas, puede llegarse hasta Albí, cuna de los famosos albigenses de la herejía. También puede hacerse el trayecto por la autopista, pero Bigotini y las chicas prefirieron la carretera, sin prever que se verían sorprendidos por la mayor tormenta que vieron los siglos. Superadas la cortina de agua, las interminables curvas y la procelosa oscuridad, Albí recibió con los brazos abiertos a los viajeros. La ciudad roja debe el calificativo al color bermejo de sus muros, construidos con calizas rojizas que se extrajeron de las canteras cercanas. Destaca en Albi la roja catedral, el claustro recoleto de su vieja abadía, y la casa-museo de Toulouse Lautrec, un imponente palacio donde nació y creció (en espíritu, que no en cuerpo) el genial artista. Puede visitarse su interior donde se conservan algunos grabados y dibujos de su etapa juvenil.


Aix-en-Provence fue la siguiente parada. Se trata de la vieja Aquae Sextiae de los romanos, ciudad termal que guarda celosamente las Bocas del Ródano, y fue capital de la Galia Narbonense. Aix es una ciudad deliciosamente provenzal y provinciana, donde da gusto pasear. Naturales y forasteros lo hacen por su famoso Cours Mirabeau, un sombreado paseo adornado por varias fuentes monumentales, que conduce a la plaza de los delfines, presidida por la fuente del mismo nombre. En la arquitectura religiosa destacan las iglesias del Salvador, de Notre Dame, del Espíritu Santo, de San Juan de Malta y de la Magdalena. La gastronomía provenzal ofrece exquisiteces que nada tienen que envidiar a las de los mejores restaurantes parisinos, a precios notablemente más razonables. A destacar los estofados y las bullabesas de pescado, que suelen acompañarse de sus tostaditas con ali-oli.

Arlés

Nimes y Arlés son dos joyas engastadas en la corona provenzal. Monumentales vestigios romanos son sus asombrosos coliseos. Cuna de toros y toreros, ambas ciudades se disputan la capitalidad de la Francia taurina. Esa Francia gitana de los gipsy kings, patria del lolailo y las deliciosas tapenades de aceitunas, se alza ante el viajero, imponente y fantástica. El coso de Arlés, está rodeado del otro coso urbano, curvilíneo y abigarrado hervidero de bares, gitanas y rumberos. Para acompañar las tapenades conviene pedir unos calamares a la plancha.


Conviene también abandonar de vez en cuando los escenarios urbanos, para perderse en el campo. El interior de la Provenza está tachonado de fragantes plantaciones de lavanda que surten a la floreciente (y floral) industria perfumera francesa. Hacia el sur se extiende la Camarga, extensa marisma litoral azotada por el mistral. Las manadas de caballos blancos de hocicos rosados trotan por las playas salpicando de sal los sentidos y el alma. Galopa caballo cuatralbo, jinete del pueblo, que la tierra es tuya. En el interior hay aldeas bellísimas de calles estrechas y ventanas floridas. En el litoral, pueblos multicolores, casitas de juguete, y barcas con velas latinas, meciéndose en el abrigo de los puertos. Esta es la Provenza y esta es la Camarga. Ambas sedujeron a pintores tan importantes como Matisse, Monet, Renoir, Degas, Cézanne o Van Gogh, que quedaron deslumbrados por su luz.




Nuestro periplo debía conducirnos todavía a Aviñón. La ciudad papal al pie de los Alpes Marítimos, es uno de los más deliciosos lugares que pueden visitarse en Europa. Conserva Aviñón también sus antiguas murallas, defensa de la fe y del católico dogma en aquellos difíciles años de trinchera religiosa. El palacio de los pontífices es una construcción más militar que civil. También es famoso el puente, y no solo por la célebre canción infantil. Un puente sobre el Ródano cortado en su mitad es la mejor metáfora de aquel tiempo heroico truncado por la ambición de los príncipes. Curiosamente la palabra pontífice designa al constructor de puentes, y precisamente el puente de los pontífices quedó a medio construir. Marisol, Laura y Bigotini se alojaron en un céntrico hotel de la bulliciosa y peatonal calle principal de Aviñón. Sin calcularlo se hallaron en pleno festival del teatro, un acontecimiento que anualmente acoge la ciudad.

Avignon

Los grupos teatrales animan las calles en esos días. Todo es música, risas y bulliciosa felicidad. Una cena en el velador de una tranquila plaza puede de repente convertirse en un espectáculo en el que una compañía de actores se desnuda frente a los comensales y entona una canción a capella. Pero como al fin todo se acaba, aquel feliz viaje terminó, y los viajeros tuvieron que regresar a las rutinarias obligaciones. Atrás quedó el mistral azotando los rostros. Atrás quedaron los históricos escenarios y los ecos de un pasado romántico. Atrás las maravillas culinarias...
Bigotini y las chicas se despidieron de su periplo francés con una copa de fragante vino de las costas del Ródano, un néctar afrutado que debe disfrutarse como la propia vida, a pequeños sorbos. Salud.


¿Alguien sabe en dónde se hará el próximo festival de Cannes? Christina Aguilera.