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miércoles, 13 de septiembre de 2017

EL BOSÓN DE HIGGS. LA PARTÍCULA DE DIOS


Publicado en nuestro anterior blog en julio de 2012

La moderna Física de partículas maneja en la actualidad más de dos centenares de ellas. En la década de 1950 se conocían ya muchas de estas partículas elementales, cada una diferente y dotada de propiedades muy diversas que determinaban su individualidad. El caso es que semejante variedad constituía un auténtico caos, hasta el punto de que la teoría de las partículas subatómicas carecía por completo de la más mínima coherencia, no tenía pies ni cabeza.

Algo más tarde, en los sesenta, tomó forma lo que conocemos como modelo estándar de la Física de Partículas, una teoría sólida que funciona y explica a la perfección el comportamiento de las partículas subatómicas y, por extensión, el comportamiento del Universo. Este fantástico modelo estándar sólo tenía una fisura: cuadraba únicamente en el supuesto de que la mayor parte de las partículas subatómicas carecieran por completo de masa; algo que repugna a la inteligencia, porque sabemos que es metafísicamente imposible que cualquier objeto carezca de masa.


Pues bien, el bosón de Higgs vino a resolver este problema. Gracias a él y a sus asombrosas propiedades, las demás partículas por fin podían tener masa, y todo encajaba a la perfección en el impecable modelo estándar. Se le llamó por eso la partícula de Dios. Era la pieza que faltaba en el rompecabezas universal, la que hacía que todo encajara y los misteriosos engranajes macro y microcósmicos continuaran su incesante y mágico movimiento. La única pequeña pega era que nadie había detectado ni el más leve indicio de su existencia real. El bosón de Higgs era un fantasma, un objeto teórico… hasta hace apenas unos años.

Parece que el faraónico colisionador de partículas que instaló en 2008 el CERN en Ginebra (los que apreciamos por igual la Ciencia y el gin-tonic sabíamos que era el emplazamiento ideal) materializó en 2012 el milagro de hallar restos de bosones de Higgs entre la “basura” generada al hacer colisionar una ingente cantidad de partículas a velocidades muy próximas a la de la luz. Entonemos un fervoroso laus Deo por Higgs, por su bosón, por el CERN y por la ginebra. Amén.



Si es la partícula de Dios, el bosón de Higgs debería ser descubierto en un colisionador de obispos.  Luis Piedrahita (el apóstol de las cosas pequeñas).



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