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viernes, 22 de septiembre de 2017

EVANGELISTA TORRICELLI. EL ALUMNO AVENTAJADO


En Faenza, provincia de Rávena, que entonces pertenecía a los Estados Pontificios, nació en octubre de 1608 Evangelista Torricelli, que estaba llamado a ser uno de los más eminentes científicos del recién iniciado siglo XVII. Hijo de familia acaudalada, fue envíado a formarse con su tío Jacopo, monje de la regla de San Benito. A los diecinueve años marchó a Roma, donde continuó su formación bajo la tutela de Benedetto Castelli, también benedictino, y de nada menos que Galileo Galilei. El joven Evangelista resultó un discípulo a la altura de su maestro. Así lo reconoció el propio Galileo cuando en 1632 tuvo en las manos el primer trabajo de Torricelli, una obra titulada De motu, que desarrollaba admirablemente algunos principios de la mecánica, por la que el científico de Pisa estaba tan interesado.


A partir de entonces el joven alumno se convirtió en la sombra de su maestro, una especie de secretario personal que lo acompañó en su retiro de Arcetri. Lamentablemente, la delicada salud y la quebrantada moral de Galileo tras su penoso proceso inquisitorial, le permitieron vivir sólo unos meses más. Huérfano de mentor, Torricelli aceptó la oferta que le hizo Fernando de Medici, para impartir matemáticas en la célebre Academia de Florencia. Allí, en la floreciente Florencia, flamante capital del Gran Ducado de Toscana, residió y trabajó Evangelista Torricelli durante el resto de su existencia, hasta que la parca inexorable le llamó a su lado, víctima del tifus, en octubre de 1647, cuando acababa de cumplir treinta y nueve años.


Cuatro años antes de su fallecimiento, en 1643, realizó Torricelli el experimento que le ha convertido en uno de los más brillantes científicos de la Historia. Hizo ascender una columna de mercurio en un tubo hueco de cristal en cuya parte superior se había hecho el vacío. Sumergido el extremo abierto en una cubeta con mercurio, el peso del aire atmosférico, hizo ascender la columna dentro del tubo. De esta forma quedó demostrado que el aire tenía peso, y por lo tanto, era capaz de ejercer presión. Más aun, esa presión atmosférica podía ser medida y cuantificada. Torricelli acababa de inventar el barómetro, un instrumento científico destinado a influir de forma decisiva en el desarrollo de la ciencia y la tecnología. La climatología, la hidrodinámica y muchas otras disciplinas se beneficiaron de este avance crucial. Enunció además el que se conoce como Teorema de Torricelli, de capital importancia en hidráulica, en realidad una derivación del Principio de Bernoulli que describe el comportamiento del flujo de un líquido contenido en un recipiente a través de un pequeño orificio, bajo la acción de la gravedad, y se representa matemáticamente con la fórmula siguiente:


Su obra Opera geometrica contribuyó a la mecánica de los cuerpos en movimiento. También trabajó las soluciones para curvas cicloides, estudió los conceptos de equilibrio y centro de gravedad de los cuerpos, las parábolas y las trayectorias parabólicas de los proyectiles. En óptica llevó a término importantes mejoras tanto del telescopio como del microscopio, y en definitiva, Evangelista Torricelli fue uno de los más sobresalientes científicos de su tiempo. El viejo profe Bigotini debe dejar en este punto esta breve semblanza de Torricelli. El brusco descenso del barómetro no presagia nada bueno, y cierto dolorcillo en una pierna termina de confirmarlo. Nos pondremos a cubierto amigos.

El ignorante si calla, será tenido por erudito, y pasará por sabio si jamás abre la boca.



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